Cuestión de perspectiva

Matías está indignado. Le han suspendido por un detalle, nimio según su parecer, y ya van tres veces. En esta ocasión ha sido una cuestión de velocidad. Matías ha pasado como una exhalación por una callejuela que tenía más curvas que Montserrat Caballé en traje de neopreno. El examinador, harto de que lo zarandearan de un lado a otro, ha obligado a Matías a parar el vehículo.

- Matías, te tenías que haber visto. ¿Es que ibas con prisa?

- ¿Yo? No. ¿Por qué?

- Pues porque yo he acabado que por poco me da un infarto. ¿Tú no has visto que el examinador se ha bajado del coche buscando un árbol para vomitar?

Matías esboza una sonrisa agria y replica:

- Hombre, no será para tanto.

- Dime la verdad, Matías. Cuando ha pasado aquella señora mayor, ¿si se te hubiera cruzado habrías podido reaccionar?

- No, supongo que no.

- Pues eso.

- Pues no es justo.

Y dejo que Matías se desahogue un poco, aunque no tenga ni pizca de razón. Tampoco le culpo. No es ya que él sea parte implicada y por lo tanto le cueste reconocer su error. Es que estoy convencido de que ni siquiera es consciente de lo que acaba de hacer. Eso sucede a menudo: el aspirante a conductor está tan metido en un mar de nervios que si alguien le preguntara cómo se llama es posible que no supiera responderle de forma inmediata. ¡Como para recordar los pormenores del examen!

Estoy hablando de Matías y sin saber por qué me ha venido a la mente una noticia que leí el otro día. Una chica se manifestaba en Madrid por una presunta injusticia que le había costado su quinta convocatoria. La mujer se había declarado en huelga de hambre hasta que la DGT reconociera que su error no había sido para tanto.

En cuanto vi el vídeo, lo primero que pensé fue: “¿y quién me asegura a mí que el suspenso fue inmerecido?”. Como no debía de tener yo la exclusiva sobre esa idea, el programa Espejo Público de Antena 3 se subió a un coche de autoescuela con la indignada manifestante, a ver qué tal conducía. El resultado es el que verás a continuación:

Sin entrar en demasiados detalles, no se puede decir que el profesor que acompaña a la aspirante resuelva algo en plan “con lo bien que lo haces es inconcebible que te hayan tumbado”. Más bien es al revés. A la vista del documento, la chica hace más aguas como conductora que el Titanic como barco. Y, vuelvo a recalcar, según su propia opinión ella no lo hace tan mal.

¿Miente la manifestante cuando dice que es víctima de una injusticia? Hombre, no cuenta la verdad, pero no creo que el engaño sea voluntario. Al alumno le falta perspectiva para comprender por qué algunas de sus decisiones son inadecuadas. Eso es completamente normal. Lo que no sé yo si es tan normal es que al alumno le estés comentando en qué ha fallado y te responda que no hay para tanto.

¿Hay para tanto?